martes, 9 de marzo de 2010

Testimonio de María Livia Galeano de Obeid, vidente de la Inmaculada Madre del Divino Corazón Eucarístico de Jesús y del Corazón Eucarístico de Jesús

(Tercera parte)

Nuestro Señor, después del silencio, comenzó a dar mensajes al igual que la Santísima Virgen y a pedirme, también, algunas cosas importantes que yo tenía que hacer para que esta obra se cumpliera y para un mayor acercamiento de mi persona a su Corazón.

Un día de cuaresma (un primero de abril de 1995), estaba rezando el Via Crucis (yo tengo un Crucifijo arriba de mi cama y estaba arrodillada rezando). En un momento dejé de ver la Cruz y se apareció una imagen de el sagrario de la parroquia de mi barrio, donde iba todos los días, y después apareció un enorme corazón de carne, vivo, palpitante, que tenía una gran herida en el costado. Cada vez que latía yo podía sentir el dolor de Jesús y cada vez que tenía espasmos de dolor yo podía sentir ese dolor y así comencé a sentir ese gran amor y ese gran dolor, ese gran sufrimiento y la agonía de Jesús. Sentí que mi corazón se iba a morir, que estaba agonizando. Caí de rodillas. Finalmente, Jesús me quitó ese dolor, esa agonía, y pude incorporarme. Pude ver, arriba de este corazón, unas letras que decían: “Yo soy el Sacratísimo Corazón Eucarístico de Jesús, adoradme perpetuamente en reparación”, y a continuación me dio esta oración de Consagración al Sacratísimo Corazón Eucarístico que tiene mucha fuerza para estos tiempos y que me pidió que fuera rezada a los pies del Sagrario para pedir intercesión, para pedir cualquier gracia que necesitemos de su Divinidad. Cristo dijo: “Es necesario dar a conocer esta oración para que todos vengan a Mí, me conozcan y sepan que Yo Soy el Dios del Amor”.

En el año 2000, la Santísima Virgen pide que se de a conocer el mensaje donde Ella pide un santuario. Esto es llevado al Arzobispo de Salta, Mario Antonio Cargnello y se le manda por escrito el pedido de la Virgen. Finalmente, las Hermanas Carmelitas lo dan a conocer y el terreno es donado por una familia dueña de una parte de Tres Cerros. Es así que se cumple el mandato de Dios casi instantáneamente.

Así comienzan estas reuniones los días sábados y también comienzan las oraciones de intercesión. Durante la oración de intercesión la Virgen María intercede por cada persona y es Nuestro Señor Jesucristo que se presenta allí para abrazar a cada uno y darle todo su amor, únicamente por la oración de pedido de Su Madre.

Aquí llegamos hasta hoy con muchísimos milagros, curaciones y conversiones. Lo más importante son las conversiones, ya que es lo que Dios está pidiendo: volver a Él.

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