"De nuevo me consagro a ti, Madre mía; dame un poco de ese buen gusto, de esa exquisitez para el bien que tanto me falta y que tanto perfeccionaría mis obras. Que mi pensamiento vuele muchas veces a ti, que de ti hable mi boca y por ti suspire mi corazón.
Por último, ¡oh gran Madre Inmaculada!, introdúceme a Jesús, meta última de mis afectos; estréchame a Jesús enteramente, ayúdame a enloquecer de amor por Él. Ásí sea."
Fuente consultada: Roncalli, Angelo. Juan XXIII, reflexiones del "Papa bueno". Editorial Lumen (2000).
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