miércoles, 3 de marzo de 2010

La Corona de Rosas

Considerada como flor sagrada por su pureza y aroma, la rosa se ha utilizado desde tiempos inmemoriales como símbolo de la Virgen María. Reafirmando esto, Ella misma nos regaló una poderosa arma contra el mal: el Rosario (del latín rosarium, significa rosal).

Nuestra Madre ha dicho en reiteradas ocasiones que cada vez que decimos un Avemaría, le ofrendamos una rosa, y cada Rosario completo forma una corona de esta hermosa flor. Por esta razón el Rosario es la máxima devoción cristiana. Es considerado la oración perfecta ya que, a cada cuenta, está enlazada la conmovedora historia de nuestra salvación.

Numerosas apariciones de la Virgen María están ligadas a las rosas en clara alusión al Rosario. Algunas de ellas son las siguientes:

Nuestra Señora de Guadalupe:

La Virgen Santísima apareció ante Juan Diego Cuauahtlatoatzin en el Tepeyac mexicano en el año 1531. La principal razón de su aparición fue dar a conocer el Evangelio a sus hijos nativos del nuevo continente. Como prueba de su visita, Nuestra Señora hizo que en aquel lugar, milagrosamente, apareciera un rosal (este arbusto no es nativo de México y tampoco crece en la aridez del Tepeyac). Luego de esto ordenó a Juan Diego que cortara las rosas, las guardara en su túnica y las llevara al obispo del lugar, Juan de Zumárraga, para que reconociera su aparición. Cuando el indiecito desplegó su manto ante el obispo, las rosas cayeron dejando al descubierto la imagen grabada e indeleble de Santa María morena y de rasgos indígenas.

Virgen de Lourdes:

Desde el 11 de febrero al 16 de julio de 1858, Nuestra Señora se presenta ante Bernadette Soubirous, una niña pobre y analfabeta de 14 años, en la localidad de Massabielle, al occidente de Lourdes, Francia.

Vestida de blanco inmaculado con un cinto de color azul y los pies descalzos sobre un rosal silvestre. Dos rosas doradas cubrían la parte superior de sus pies. Tenía entre sus manos un largo rosario blanco y dorado con una hermosa cruz de oro.

Todo en Ella irradiaba felicidad, majestuosidad, inocencia, bondad, dulzura y paz. En sus numerosas apariciones, rezó el Rosario junto a la pequeña Bernadette. Aunque la niña era devota de la Virgen, dudaba de que esa radiante señora fuera María. Cuando le preguntó quién era, Ella respondió: “Yo soy la Inmaculada Concepción”. A partir de entonces los milagros en Lourdes son miles y los pedidos de la Virgen son claros: invitación a la penitencia, a la oración por los pecadores y a vivir en una pobreza evangélica; solicitud de erigir una iglesia en el lugar de las apariciones.



María Rosa Mystica:

La Madre de Dios aparece como Rosa Mystica en la localidad italiana de Montichiari en el año 1947. Se presentó ante la enfermera Pierina Gilli en la sala de un hospital. En su primera aparición vestía túnica morada, cubría su cabeza con un manto blanco y tenía el pecho atravesado por tres espadas. Su rostro estaba triste y llorando pronunció solo tres palabras: “Oración, penitencia, reparación”.

En una segunda aparición, el 13 de junio de 1947, aparece vestida de blanco y, en lugar de las tres espadas, lleva tres rosas: una blanca, simbolizando el espíritu de oración; una roja, simbolizando el espíritu de reparación y sacrificio; y una dorada, simbolizando el espíritu de penitencia.
A la pregunta de Pierina de quién era, Ella respondió: “Soy la Madre de Jesús y Madre de todos vosotros. Nuestro Señor me envía para implantar una nueva devoción mariana. Yo les prometo que, si me veneran de esta manera especial, gozarán particularmente de mi protección, habrá un florecimiento de vocaciones religiosas, menos deserciones y una gran santidad”.



Fuentes: Imágenes tomadas de internet

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