lunes, 18 de octubre de 2010

Cinco piedras (II)

La historia de David puede parecernos bastante insólita, usar una piedra y una honda para vencer a un guerrero gigante suena bastante inverosímil. David venció a Goliat no por su valentía o sus humildes armas, sino porque tenía su confianza puesta en Dios.

Hoy, la Santísima Virgen María se aparece todos los días en Medjugorje (Bosnia Herzegobina), desde el 25 de junio de 1981. Viene a nosotros como Reina de la Paz a recordarnos que Dios está vivo y quiere que todos sus hijos se salven. En sus mensajes ella nos llama “Queridos hijos”, porque eso es lo que somos cada uno de nosotros: un hijo querido, una hija querida de María. Ella quiere conducirnos de regreso a Dios y nos pide que permitamos que Él toque nuestro corazón, que nos cambie a través de la oración.

Así como David venció a Goliat con su honda y cinco piedras, nosotros también debemos vencer a nuestro propio Goliat: nuestro egoísmo, nuestra soberbia, nuestra envidia… todo lo que nos aparta de Dios. No estamos solos en nuestra batalla diaria para acercarnos más y más a Nuestro Padre, María nos acompaña, nos guía y nos ofrece cinco piedras: la oración con el corazón, el ayuno, la penitencia, la Eucaristía y la Biblia. La honda es nuestra fe, la cual debemos hacer crecer día a día. Fe y confianza en Dios, como David.

Oración:

La Virgen María nos llama a orar, pero a orar con el corazón. El cristiano no puede vivir sin oración. La oración es lo que nos une a todos los hijos de Dios del mundo. El Padre nos hizo a su imagen y semejanza y quiere que entendamos por qué somos tan importantes para Él. Lo único que nos pide es que en nuestro corazón esté el regalo especial del amor que Él nos ha dado. Si un hombre tiene el corazón endurecido no puede orar, pero si comienza a orar un poco todos los días, todo cambiará para él. Dios quiere que reconozcamos que la oración nos sana, con la oración seremos capaces de acercarnos nuevamente a Él.

Orar con el corazón es también ofrecer a nuestros enemigos a Dios, ponerlos en nuestro corazón y perdonarlos. Si tienes odios contra otros, déjalos a los pies de Jesús en la cruz.

Esas cinco piedras dadas a David son también las cinco decenas del Rosario. El Rosario es un arma garantizada por Dios, podemos estar seguros de eso y creerlo. Es una biografía, es la historia de la vida de Jesús y de María.

María quiere llevarnos al grado más alto de intimidad con Dios, pero esa vida de intimidad no será posible si no hay comunicación con Él. Cuando en los mensajes la Santísima Virgen nos habla de la oración, nos pide:

1) Ponerla en primer lugar de nuestro día y de nuestra vida (25 – 12 – 1991).

2) Que la hagamos en forma enteramente consciente y activa, no por rutina y compromiso (28 – 5 – 1985; 5 – 2 – 1985).

3) Que sea una oración perseverante (5 – 12 – 1989; 26 – 7 – 1989).

4) Que hagamos de nuestra oración un verdadero encuentro con Dios (14 – 7 – 86; 25 – 12 – 1987; 25 – 11 – 1988)

Ayuno:

La Virgen María nos pide que ayunemos a pan y agua, miércoles y viernes. Ayunar no quiere decir únicamente abstenerse de comer, sino que el ayuno nos libera del egoísmo ya que cuando lo hacemos nos sacrificamos por amor. Nunca seremos capaces de comprender la cruz de Jesús como el misterio supremo de amor, si no comenzamos a ayunar.

El ayuno nos regresa a los tiempos antiguos, cuando la gente ayudaba para acercarse más a Dios. En los momentos decisivos de la historia de Israel encontramos largos ayunos. Moisés iba a recibir las tablas de la Ley y a formalizar la nueva Alianza con el Señor. Para este acontecimiento se preparó con un ayuno de cuarenta días. Al final de esta experiencia su rostro reflejaba intensamente la Luz Divina.

Jesús se preparó para emprender el camino que debía llevarlo al ministerio pascual con un ayuno de cuarenta días, signo de su abandono total en las manos de Su Padre

Ayunar no significa sólo ‘no comer’; tiene un significado más amplio y más profundo, ayunar significa renunciar, quedar libres de muchas preocupaciones, proyectos, ídolos, etc. Cualquier tipo de apego exagerado a una cosa es una atadura, una esclavitud, por lo tanto al ayunar uno puede quitar ese tipo de ataduras.

Los enfermos o los desvalidos no deben ayunar a pan y agua, pero hay muchas formas de ayunar, por ejemplo: dejar de fumar, dejar de ver la televisión, dejar de dormir y velar en oración, dejar de mentir, de criticar, de murmurar por un día. Dejar de pecar y hacer a un lado la soberbia, recordando que somos hijos de Dios y que sin Él nada podemos hacer.

“El ayuno del cuerpo es necesario, pero el ayuno todavía mas necesario es el del pecado. Ayunen una vez a la semana a pan y agua, en honor al Espíritu Santo, además de los viernes” (11 – 12 – 1982). “Que todos encuentren la manera de ayunar: el que fuma, que no fume; el que toma alcohol que no tome; que cada renuncie a algo que le guste” (1 – 3 – 1984). “Si con el ayuno desean recibir la gracia de Dios, que nadie sepa que están ayunando. Ayunen además los miércoles y los viernes” (8 – 2 – 1984).

Penitencia:

María Santísima nos pide que nos confesemos, al menos, una vez al mes. “Es necesario invitar al pueblo a que se confiese una vez al mes” (6 – 8 – 1982). “Si los cristianos empezaran a reconciliarse con Dios y con los hombres una vez al mes mediante la confesión, pronto se curarían espiritualmente” (7 – 11- 1983).

Jesús se pone feliz cuando llega un pecador a descargar sus pecados en la Confesión. Él lo perdona y lo abraza con mucho amor, pues nunca lo ha dejado de amar. El sacramento de la Reconciliación es el sacramento de la misericordia. A través de nuestras oraciones y nuestra conversión Dios está sanando a la Iglesia. La Confesión es lo que nos lleva a la Resurrección. Jesús nos dio este sacramento para que nos sintiéramos en paz y con amor. No le demos la espalda a Jesús.

Eucaristía:

La Eucaristía es un sacrificio, el sacrificio de Cristo por todos nosotros. En el altar, el sacerdote ofrece el Don Supremo, el Don más Precioso: a Jesús mismo. Es Él mismo quien en ese momento dice: “Tomad y comed todos de él, porque este es mi Cuerpo”.

Hemos olvidado que Jesús está real y verdaderamente presente en la Sagrada Eucaristía. Pensemos qué hermoso es poder recibirlo con el corazón puro y arrepentido, libres de cualquier atadura. ¡Qué alegría siente el Señor cuando vamos a Misa y nos acercamos a recibirlo!

Para poder vivir la Santa Misa, debemos prepararnos. Llegar con anticipación a la Iglesia para contar con tiempo para hacer oración y pedirle al Señor que prepare nuestro corazón para el encuentro con Él. Al termino de la Misa, no salgamos apresuradamente afuera. Quedémonos un tiempo más adorando a Dios que está en nuestro corazón. Démosle gracias por todos los dones que nos da, especialmente por el Don más grande de todos: la Presencia Real de Jesús en la Eucaristía. Adorémoslo en silencio, démosle la oportunidad de que nos hable al corazón. De ese modo, Jesús podrá sanar nuestras heridas y llenarnos de fortaleza y amor.

“Queridos hijos, hoy los invito a enamorarse de Jesús Sacramentado en la Eucaristía. Adórenlo en las parroquias… Jesús será su amigo… Él será la mayor alegría para ustedes, hijitos, cuando ustedes adoran a Jesús, también están cerca de Mí” (25 – 9 – 1995).

En resumen la Reina de la Paz nos pide sobre la Eucaristía:

1) Desearla como el mayor tesoro que el Señor nos ha dejado para nuestro provecho.

2) Esperarla como se espera un gran acontecimiento.

3) Prepararse con las debidas disposiciones de espíritu y corazón.

4) Estar en el templo un poco antes de empezar la Misa y hacerlo con gusto, como quien espera un extraordinario encuentro.

5) Asistir con respeto, humildad y buen comportamiento.

6) Escuchar con fe y atención la Palabra Divina.

7) Participar de corazón y no solo materialmente.

8) Comulgar en la Santa Misa, haciendo de ella el más grande acontecimiento del día y de la vida. Ya que comulgar es más que ver.

9) Adorar a Jesús que viene a nosotros inundando de ternura, de amor y de misericordia.

10) Enamorarnos de Jesús Sacramentado.

11) Pedirle cuanto queramos de su riqueza infinita para con nuestra extrema indigencia.

Biblia:

Este gran libro es el único que no se puede leer sin el corazón. La Virgen lloró en Medjugorje cuando habló de la Biblia, dijo que nosotros elegimos mal porque no hemos elegido la Biblia. Leemos montañas de diarios y revistas, nos pasamos horas enteras frente a la televisión o la computadora; así elegimos nuestras propias palabras, palabras humanas, y dejamos de lado la Palabra de Dios.

Debemos redescubrir la Biblia, comenzar a vivirla y escuchar atentamente lo que nos revela. No olvidemos lo que la Palabra Divina hizo en el corazón de la Virgen y, como Ella, también debemos decir “Sí” al Señor.

La Palabra de Dios siempre es actual, tiene siempre el mismo poder y espera nuestro “Sí”. Comencemos a leer un pasaje por día, grabémoslo en nuestra mente y en nuestro corazón, llevémoslo dentro de nosotros durante el día. En los momentos difíciles volvamos a recordarlo y pidamos que esas palabras se refuercen en nosotros.

“Hijitos, los invito a todos a llevar la Palabra de Dios en su corazón y en sus pensamientos. En sus hogares pónganla en un lugar visible. Léanla y vívanla” (25 – 8 – 1996).

“Pequeños míos, oren y lean las Sagradas Escrituras a fin de que descubran en ellas el mensaje para ustedes” (25 – 6 – 1991).

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